Daniel Zovatto Director Regional de IDEA Internacional 08:59 p.m. 31/07/2010
Durante las últimas semanas, mientras el fantasma del pesimismo recorría Europa y regresaba a Estados Unidos, crecía un fuerte optimismo respecto de América Latina. Como sabemos, Europa se encuentra inmersa en un profundo proceso de recortes tendentes a reducir el elevado déficit fiscal y las abultadas deudas nacionales. El pesimismo es tan grande que se llegó incluso a poner en duda (exageradamente) no sólo la continuidad del euro sino también de la zona euro. En Estados Unidos, por su parte, el pasado 21 de julio un Ben Bernanke circunspecto afirmaba, en su condición de presidente de la Reserva Federal, que las perspectivas económicas de su país son “inusualmente inciertas”, pronosticando para los próximos años un crecimiento económico moderado, una lenta recuperación en el mercado laboral y una inflación bajo control.
Frente a este mar de malas noticias, los medios y diversos informes de organismos internacionales y de la banca mundial daban cuenta de un escenario marcadamente optimista para América Latina. Según datos recientes de la CEPAL, la región crecerá en 2010 a 5.2 %, si bien se prevé un crecimiento menor para 2011. La tasa pronosticada para 2010 es más del doble de la tasa estimada para Estados Unidos y más de cuatro veces la de la zona euro. A su vez, la deuda pública total de nuestra región constituye casi la mitad del actual nivel de las deudas públicas de Estados Unidos y Europa, y en cuanto a los déficits fiscales cabe apuntar que mientras el de América Latina es en promedio del 2.3 % del PIB, los de Estados Unidos y la zona euro son del 10.6 y del 6.8 %, respectivamente.
Con base en estos y varios otros datos, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, acaba de publicar un artículo titulado La décadade América Latina en el cual sostiene que nuestra región tiene una oportunidad histórica para concluir tareas pendientes y sumarse a los países asiáticos en la vanguardia de una recuperación mundial. Y compartiendo este optimismo, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL también publica un artículo bajo el título La hora de América Latina, en la que destaca la vigorosa recuperación económica de la región, acompañada de un sistema financiero sano y con cuentas fiscales en orden.
Moderadamente optimista. En lo personal soy moderadamente optimista acerca del presente y futuro de la región, siempre y cuando seamos conscientes de dos importantes factores. Primero, la precariedad e incertidumbre que caracteriza el actual escenario económico mundial, y segundo, las numerosas asignaturas pendientes que como región aún nos quedan y que de no resolverse rápida y satisfactoriamente, pueden aportarnos una nueva frustración.
Respecto del primer factor, vale la pena tomar en cuenta la advertencia de Nouriel Roubini (profesor de Economía de la New York University, y uno de los pocos economistas que predijo la crisis actual, de ahí su apodo de “Doctor Catástrofe”) acerca de que la economía mundial impulsada artificialmente desde la recesión de 2008-2009 por un estímulo fiscal y monetario de gran escala y rescates financieros, va camino de una profunda recesión en 2010, al desvanecerse los efectos de estas medidas. En su opinión, hay que olvidarse de una rápida recuperación en forma de V. En el mejor de los casos, el mundo avanzando debe esperar una larga recuperación en forma de U, que en algunos casos –zona euro y Japón– puede ser lo suficientemente larga para extenderse en una casi depresión en forma de L. Y concluye: “Será difícil evitar la recesión con caída doble ['] en un mundo así, la recuperación en los más fuertes mercados en ascenso –la gran esperanza de la economía mundial– también se verá afectada porque ningún país es una isla económicamente”.
Asignaturas pendientes. Respecto del segundo factor, de la larga lista de temas que como región tenemos pendientes, deseo apuntar, por su importancia y urgencia, los siguientes tres:
En primer lugar es fundamental mejorar la calidad de la política y de la democracia así como la eficacia del Estado, particularmente en lo que refiere al fortalecimiento de sus instituciones, a la seguridad jurídica y al combate del crimen organizado y del narcotráfico. Urge, asimismo, reformar el sistema tributario y de transferencias, para generar una mayor capacidad fiscal y colocar a la solidaridad social en el centro de la vida colectiva. Es necesario, además, contar con visiones de país de largo plazo y con políticas de Estado asentadas en amplios consensos, para escapar de la “miopía estratégica” que nos tiene atrapados desde hace tiempo.
En segundo lugar es preciso disminuir los aún muy altos niveles de pobreza (pese a importantes avances, más de un tercio de la población es pobre) yde desigualdad. Como correctamente ponen de manifiesto los recientes informes de la CEPAL y el PNUD, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. Según el PNUD 10 de los 15 países más desiguales del mundo se encuentran en nuestra región, al tiempo que “el coeficiente de Gini del ingreso en la región es un 65% más elevado que el de los países de ingreso alto, un 36% más alto que el de los países del este asiático y un 18% más alto que el del África Subsahariana”. Y lo que es peor, la persistencia de la desigualdad, acompañada de una baja movilidad social, ha llevado a la región a caer en una “trampa de desigualdad”, en virtud de la cual la misma se transmite intergeneracionalmente.
Ante este desconcierto, la buena noticia es que la elevada desigualdad disminuyó ligeramente durante los últimos años en la mayoría de los países, como consecuencia del crecimiento económico de la región; la mejoría en la incidencia del gasto social a través de la implementación de programas específicos; la reducción de la desigualdad de los ingresos no laborales, y una distribución más equitativa del logro educativo.
Lo anterior me lleva al tercer punto: la necesidad urgente y prioritaria de mejorar la calidad de la educación. Según el citado Informe del PNUD, la reducción de la desigualdad que ha tenido lugar en varios países de la región podría frenarse en los próximos años si no se mejora, entre otros factores, la calidad de la educación. Por ello, solo con educación de calidad y con una fuerte inversión en conocimiento, tecnología e innovación, dirigida a la formación de capital humano podremos lograr, en lo interno, construir sociedades más democráticas e igualitarias, y en lo externo, una inserción estratégica basada en mayores niveles de competitividad.
En síntesis, las perspectivas de crecimiento, desarrollo y liderazgo en el escenario internacional de America Latina han cambiado considerablemente, y para bien, en los últimos años. Nuestra región vive un momento esperanzador aunque, al mismo tiempo, persisten importantes riesgos. De nosotros depende que ésta sea la década de América Latina. E igualmente nuestra será la responsabilidad si desaprovechamos esta inédita ventana de oportunidad que nos ofrece el actual contexto internacional. Como decía Celso Furtado, hay momentos en la historia en que la sociedad debe ser capaz de tomar conciencia de “las opciones que tiene delante de sí, aprendiendo que el destino también depende de ellas”. Hoy, como nunca, el destino de America Latina está en nuestras manos.
comentario; por La Voz de TODOS.Recordemos educación integral y sostenible difusa en las grandes mayorías, necesitamos invertir en innovaciones y tecnologías, las que puedan revolucionar interiormente nuestro capital humano que sería la herramienta fundamental para lograr una competitividad internacional más eficiente. No perdamos esta oportunidad de oro América Latina, si lo hacemos será muy difícil encausarnos en el gran caudal de prosperidad mundialmente!
Durante las últimas semanas, mientras el fantasma del pesimismo recorría Europa y regresaba a Estados Unidos, crecía un fuerte optimismo respecto de América Latina. Como sabemos, Europa se encuentra inmersa en un profundo proceso de recortes tendentes a reducir el elevado déficit fiscal y las abultadas deudas nacionales. El pesimismo es tan grande que se llegó incluso a poner en duda (exageradamente) no sólo la continuidad del euro sino también de la zona euro. En Estados Unidos, por su parte, el pasado 21 de julio un Ben Bernanke circunspecto afirmaba, en su condición de presidente de la Reserva Federal, que las perspectivas económicas de su país son “inusualmente inciertas”, pronosticando para los próximos años un crecimiento económico moderado, una lenta recuperación en el mercado laboral y una inflación bajo control.
Frente a este mar de malas noticias, los medios y diversos informes de organismos internacionales y de la banca mundial daban cuenta de un escenario marcadamente optimista para América Latina. Según datos recientes de la CEPAL, la región crecerá en 2010 a 5.2 %, si bien se prevé un crecimiento menor para 2011. La tasa pronosticada para 2010 es más del doble de la tasa estimada para Estados Unidos y más de cuatro veces la de la zona euro. A su vez, la deuda pública total de nuestra región constituye casi la mitad del actual nivel de las deudas públicas de Estados Unidos y Europa, y en cuanto a los déficits fiscales cabe apuntar que mientras el de América Latina es en promedio del 2.3 % del PIB, los de Estados Unidos y la zona euro son del 10.6 y del 6.8 %, respectivamente.
Con base en estos y varios otros datos, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, acaba de publicar un artículo titulado La décadade América Latina en el cual sostiene que nuestra región tiene una oportunidad histórica para concluir tareas pendientes y sumarse a los países asiáticos en la vanguardia de una recuperación mundial. Y compartiendo este optimismo, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL también publica un artículo bajo el título La hora de América Latina, en la que destaca la vigorosa recuperación económica de la región, acompañada de un sistema financiero sano y con cuentas fiscales en orden.
Moderadamente optimista. En lo personal soy moderadamente optimista acerca del presente y futuro de la región, siempre y cuando seamos conscientes de dos importantes factores. Primero, la precariedad e incertidumbre que caracteriza el actual escenario económico mundial, y segundo, las numerosas asignaturas pendientes que como región aún nos quedan y que de no resolverse rápida y satisfactoriamente, pueden aportarnos una nueva frustración.
Respecto del primer factor, vale la pena tomar en cuenta la advertencia de Nouriel Roubini (profesor de Economía de la New York University, y uno de los pocos economistas que predijo la crisis actual, de ahí su apodo de “Doctor Catástrofe”) acerca de que la economía mundial impulsada artificialmente desde la recesión de 2008-2009 por un estímulo fiscal y monetario de gran escala y rescates financieros, va camino de una profunda recesión en 2010, al desvanecerse los efectos de estas medidas. En su opinión, hay que olvidarse de una rápida recuperación en forma de V. En el mejor de los casos, el mundo avanzando debe esperar una larga recuperación en forma de U, que en algunos casos –zona euro y Japón– puede ser lo suficientemente larga para extenderse en una casi depresión en forma de L. Y concluye: “Será difícil evitar la recesión con caída doble ['] en un mundo así, la recuperación en los más fuertes mercados en ascenso –la gran esperanza de la economía mundial– también se verá afectada porque ningún país es una isla económicamente”.
Asignaturas pendientes. Respecto del segundo factor, de la larga lista de temas que como región tenemos pendientes, deseo apuntar, por su importancia y urgencia, los siguientes tres:
En primer lugar es fundamental mejorar la calidad de la política y de la democracia así como la eficacia del Estado, particularmente en lo que refiere al fortalecimiento de sus instituciones, a la seguridad jurídica y al combate del crimen organizado y del narcotráfico. Urge, asimismo, reformar el sistema tributario y de transferencias, para generar una mayor capacidad fiscal y colocar a la solidaridad social en el centro de la vida colectiva. Es necesario, además, contar con visiones de país de largo plazo y con políticas de Estado asentadas en amplios consensos, para escapar de la “miopía estratégica” que nos tiene atrapados desde hace tiempo.
En segundo lugar es preciso disminuir los aún muy altos niveles de pobreza (pese a importantes avances, más de un tercio de la población es pobre) yde desigualdad. Como correctamente ponen de manifiesto los recientes informes de la CEPAL y el PNUD, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. Según el PNUD 10 de los 15 países más desiguales del mundo se encuentran en nuestra región, al tiempo que “el coeficiente de Gini del ingreso en la región es un 65% más elevado que el de los países de ingreso alto, un 36% más alto que el de los países del este asiático y un 18% más alto que el del África Subsahariana”. Y lo que es peor, la persistencia de la desigualdad, acompañada de una baja movilidad social, ha llevado a la región a caer en una “trampa de desigualdad”, en virtud de la cual la misma se transmite intergeneracionalmente.
Ante este desconcierto, la buena noticia es que la elevada desigualdad disminuyó ligeramente durante los últimos años en la mayoría de los países, como consecuencia del crecimiento económico de la región; la mejoría en la incidencia del gasto social a través de la implementación de programas específicos; la reducción de la desigualdad de los ingresos no laborales, y una distribución más equitativa del logro educativo.
Lo anterior me lleva al tercer punto: la necesidad urgente y prioritaria de mejorar la calidad de la educación. Según el citado Informe del PNUD, la reducción de la desigualdad que ha tenido lugar en varios países de la región podría frenarse en los próximos años si no se mejora, entre otros factores, la calidad de la educación. Por ello, solo con educación de calidad y con una fuerte inversión en conocimiento, tecnología e innovación, dirigida a la formación de capital humano podremos lograr, en lo interno, construir sociedades más democráticas e igualitarias, y en lo externo, una inserción estratégica basada en mayores niveles de competitividad.
En síntesis, las perspectivas de crecimiento, desarrollo y liderazgo en el escenario internacional de America Latina han cambiado considerablemente, y para bien, en los últimos años. Nuestra región vive un momento esperanzador aunque, al mismo tiempo, persisten importantes riesgos. De nosotros depende que ésta sea la década de América Latina. E igualmente nuestra será la responsabilidad si desaprovechamos esta inédita ventana de oportunidad que nos ofrece el actual contexto internacional. Como decía Celso Furtado, hay momentos en la historia en que la sociedad debe ser capaz de tomar conciencia de “las opciones que tiene delante de sí, aprendiendo que el destino también depende de ellas”. Hoy, como nunca, el destino de America Latina está en nuestras manos.
comentario; por La Voz de TODOS.Recordemos educación integral y sostenible difusa en las grandes mayorías, necesitamos invertir en innovaciones y tecnologías, las que puedan revolucionar interiormente nuestro capital humano que sería la herramienta fundamental para lograr una competitividad internacional más eficiente. No perdamos esta oportunidad de oro América Latina, si lo hacemos será muy difícil encausarnos en el gran caudal de prosperidad mundialmente!
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